Habíamos llegado a Madrid, para presenciar el partido del
año, las principales vías estaban atestadas de coches y el autocar, tardo más
de una hora en llegar al estadio.
La salida había sido la noche anterior y la peña de mi novio compuesta por 40 personas, se había encargado de organizar todo el viaje con entradas de fútbol incluidas, las bolsas de comida y los refrescos.
Me llamo Patricia, tengo 21 años, morena, alta, con buenas tetas
y unas piernas hermosas que acaban en un duro culo.
No me gusta mucho el fútbol, pero el viaje me encanta y sobre todo las aventuras que de vez en cuando ocurren.
Mi novio Fermín, cuando estaba en el campo, se olvidaba de todo ya que el juego, le apasionaba.
Julio, el chofer del autocar, se vino con nosotros, tenía 32 años, alto, fuerte y con un pelo largo recogido en una cola.
La entrada al estadio, fue toda una aventura, ya que estaban las puertas repletas de gente y los empujones eran tremendos.
Mi novio se colocó detrás de mí y el chofer a su lado, en el momento que abrieron las puertas, la marea humana se puso en movimiento y yo me sentí desplazada más de un metro, mi novio no pudo retenerme y mientras me separaba sentí como Julio (el chofer), le decía a mi novio que tranquilo.
Julio se abrió paso a empujones y al momento lo sentí detrás de mí, me paso los brazos por la cintura y me pego a su cuerpo como una lapa.
-No te preocupes que ya no te escapas- dijo.
Me entro la tranquilidad cuando sentí sus brazos rodeando mi cuerpo y más cuando note la fuerte erección de su cipote pegado a mis nalgas.
La cola se paró nuevamente y mientras que Julio me susurraba palabras de tranquilidad junto al oído, su mano derecha se subió de la cintura y se apoyó en uno de mis pechos, lo tocaba con mucha suavidad y la otra mano la metió por la cintura del pantalón y separándome las bragas, la coloco en mi tupido coño.
No sabía cómo reaccionar y me quede quieta, sin decir palabra. Julio lo tomo como una aceptación por mi parte y apartando los pelitos, me metió un dedo en el chocho, mientras que con el pulgar, me masajeaba el clítoris.
Fermín que estaba 3 metros delante nuestro, no paraba de sonreír
y de hacer saludos con el brazo, yo le correspondía también con los brazos en
alto mientras sentía cada vez un mayor sofoco, debido en parte al calor que
generaba tantísima gente apretada, como al magreo que me estaba dando Julio.
La marea humana se puso lentamente en movimiento y nuevamente me
paso los dos brazos alrededor de la cintura, para no separarse.
Notaba su aliento en mi nuca y su verga totalmente erecta en mi
culo. Fermín se había separado más y yo notaba como Julio se había arrimado a
la pared a fuerza de empujones, teníamos delante de nosotros un pasillo ancho y
largo que desembocaba en el campo.
Al pasar por los servicios, que estaban en mitad del pasillo,
Julio abrió una de las puertas y cogiéndome de la mano, pasamos al interior,
lógicamente estaban solitarios, fuimos hasta el fondo y poniéndome de frente y
sin decir palabra, me beso en la boca, me mordía la labios con rabia y su
lengua entraba y salía con rapidez, su cuerpo olía a sudor, me abrió la camisa
y me saco los dos pechos del sujetador, las manos no paraban de tocarlos
y de juguetear con mis pezones.
Por las ventanas situadas al fondo veíamos como la gente se había parado nuevamente y el griterío cada vez aumentaba.
Julio se había sacado el cipote que se veía enorme y me había puesto mi mano en él, yo prácticamente casi no podía rodearlo con mi mano, mis pezones estaban duros y sentía como mis bragas estaban muy mojadas, en un momento el paro el sobeo de mis pechos y me bajo los pantalones y las bragas hasta las rodillas.
Sentí el frescor de los azulejos en el culo cuando me apoyo en la pared y de inmediato me coloco su gran cipote en mi rajita, la embestida fue rápida y profunda, yo sentía como se abría paso en el interior de mi chocho que estaba perfectamente lubricado con los jugos que estaba soltando, el ligero dolor pasó a ser un gran placer cuando entraba y salía a cada golpe de riñones.
Las cabezas se veían pasar nuevamente, señal que indicaba que se
avanzaba en la cola, los gritos y los cantos, no paraban.
Julio me estaba comiendo los pechos ya que me había subido a la altura de su boca, mientras me tenía empalada en su verga y yo con las piernas cruzadas en su cintura.
El griterío subió de tono señal de que los equipos estaban saliendo al campo, y fue justo en ese momento, cuando dando un gran suspiro empecé a correrme con grandes convulsiones.
Julio me puso de rodillas y me daba con su enorme trasto por
toda la cara, mientras que yo le decía que nunca había chupado la polla a nadie
porque me daba asco, el mientras tanto se ponía cada vez más nervioso y me
obligo a abrir la boca, indicándome que la chupara nada más.
Tenia un sabor agridulce y yo pensaba que aquella enorme cabeza
con sus venitas a punto de reventar, jamás me entraría en la boca, empecé a
darle grandes lametones y probé a metérmela un poco entre mis labios.
Julio a cada lengüetazo se estremecía y a mí me gustaba ver su
cara, la verdad es que no sentía ningún asco y me la metí poco a poco en mi
boca, mi lengua empezó a trabajarle su cabeza y cuando acorde, la tenía metida
hasta mi garganta, los chupetones acabaron cuando aquello empezó a soltar gran
cantidad de esperma que a punto estuvo de atragantarme. Julio decía que me la tenía
que tragar todo, luego me levanto y sentándome en el lavabo, me abrió de
piernas y puso su boca en mis pelitos, me lamía los mismos y con la lengua se
abrió paso entre los grandes labios de mi coño, metiendo la misma hasta lo más
profundo que pudo, luego me daba pequeños mordiscos en el clítoris, mientras mi
pellizcaba mis muslos con ambas manos, Yo sentía cada vez más placer y de
pronto me envare sintiendo como nuevamente volvía a correrme dando grandes
convulsiones que a punto estuvieron de arrancar el lavabo.
Nos vestimos rápidamente y salimos cuando la cola de la gente estaba entrando al rectángulo de juego.
Fermín estaba esperándonos y nos dijo que nos habíamos perdido
la salida de los equipos que había sido un gran acontecimiento.
El partido fue un clamoroso éxito y de vuelta al pueblo ya en el
autocar, mi novio me dijo que había sido uno de los días más felices de su vida.
Yo por mi parte le dije que también había sido muy feliz para mí.
Nos dimos un cariñoso beso y nos echamos a dormir en los
asientos después del ajetreado día.
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