Noche de sexo anal

Siempre he odiado tener la menstruación. Creo que llega en los momentos más inoportunos, pero desde que descubrí los placeres del sexo anal, ya no me afecta tanto como antes.


Anoche, por ejemplo, fue una de las noches más excitantes de mi vida. Luego de asistir a una gran fiesta en la que hubo de todo, música, vino, baile etc… Carlos y yo nos fuimos a casa. Yo no estaba pensando en nada más que en dormir, pero él tenía otra cosa en mente. Cuando nos acostamos, él me abrazó desde atrás (siempre duerme desnudo) y pude notar cómo su miembro duro se pegaba a mis nalgas. Yo me sentí reconfortada pero no le di mucha importancia hasta que sentí sus mordisqueos en mi nuca, que me produjeron un corrientazo que me estremeció.
Cuando sus manos rodearon mis senos y presionaron mis pezones suavemente comencé a excitarme muchísimo, me viré hacia él buscando su boca y me apoderé de su lengua con una pasión inusitada.

Él lo tenía duro como una roca, lo tomé entre mis manos mientras nos besábamos y él coqueteaba con el borde de mi pantie acariciando mis nalgas. El tampón que tenía puesto no fue impedimento para que la lubricación de mi concha comenzara a humedecer la tela que me separaba de la piel caliente de mi hombre. Él lo notó en uno de los paseos de sus dedos sobre mi vagina y decidió dar rienda suelta a su imaginación.

Humedeció su dedo con mis jugos y lo llevó directamente al orificio de mi ano que estaba apretadito y cerrado. Poco a poco fue abriéndose paso penetrando en mi gruta que comenzaba a darme un gran placer. Volvió a ponerse tras de mí pero esta vez reemplazó su dedo por su polla gigante (así la sentía yo) y, sin meterla dentro, jugueteó en mi culito a su antojo, mientras me daba unos deliciosos mordiscos en mi espalda, que me estaban poniendo a mil.

Luego de un rato de delicioso jugueteó, se acostó boca arriba y guio mi cuerpo de tal forma que yo quedé arrodillada frente a su cara pero mirando a su pene erecto que pedía a gritos ser lamido. Me agaché y lo devoré de un sólo golpe, mientras sentía cómo su lengua recorría mi culo y esa parte entre la concha y el ano que tanto me gusta que me laman.

Su lengua comenzó a explorar dentro del agujero y yo busqué el suyo decidida a darle el mismo placer que él me estaba proporcionando. Era una posición incómoda pero una vez encontramos la pose ideal nos lamimos nuestros culos deliciosamente, mientras mi mano recorría su pene ardiente de arriba a abajo.

Su lengua me enloquecía y yo sé que la mía también a él. Cuando metió uno de sus dedos fue una sensación tan rica que le hice lo mismo. Luego sentí algo frío y viscoso embadurnando mi culo. El muy bandido lo tenía todo planeado y, bajo la almohada, había preparado el frasquito de lubricante que solemos utilizar. Cuando introdujo su dedo pulgar, sentí una leve molestia que pronto cedió a un placer infinito que me quemaba por dentro. Yo también le apliqué la sustancia e hice lo propio, calentándome al sentir cómo le gustaba aquello a mi hombre.
Le chupé la polla con ganas, con pasión y con una devoción casi religiosa. No aguanto más las ganas y, con cierta brusquedad (suficiente para excitarme aún más), me apartó de sí, me puso en cuatro y se ubicó tras de mí. Sin pedir permiso, tomó su pollo rica entre sus manos y, poco a poco, fue introduciendo su estaca en mi roto, que ya ardía clamando por más. El dolor fue leve, rico, suave, y, poco a poco, me recorrió el cuerpo una corriente de placer que sólo se obtiene de esa manera. Me gusta que me lo metan por detrás porque me encanta esa sensación que es tan diferente al coito por la vagina.

Comenzó a moverse con una cadencia y un ritmo que envidiaría cualquier actor de película porno. Ese ritmo me fue excitando más y más, a veces me dolía cuando, de repente, lo metía con firmeza, pero pronto suavizaba sus movimientos y se iba el dolor de nuevo, volvía el placer y yo enloquecía.


Sé que muchos no darán crédito a lo que les voy a contar, pero aquellas que hayan experimentado esto saben que no miento. Cuando cambiamos de posición y yo me senté sobre su polla caliente, mis senos quedaron a merced de su boca, que no tardó en chuparlos como si fueran frutas maduras. Eso me llevó a un éxtasis tal que, sin tocarme un pelo de la concha, tuve un orgasmo inmenso. ¡Sí! Un orgasmo rico y delicioso desde mi culo. Fue una experiencia que nunca había vivido. A mí me gusta el sexo anal pero casi siempre era como un complemento. Nunca me había venido así y créanme que fue sensacional.

El hospital

Anteriormente les conté, el principio de mi historia con Cecilia, la madre de mis pacientes, y como les dije en ese momento, la historia no termino ahí, sino que duro muchos años. Tendrán que creerme si les digo que no fue solo una cuestión de calentura, sino, que hubo amor, de esos que son imposibles, porque ambos teníamos otras historias, pero también había entre nosotros “mucho calor”.

En una oportunidad, ella debió ser intervenida quirúrgicamente, en una cirugía sencilla, correctora, de unas varices en las piernas, por lo que quedo la noche descansando en el hospital. Al ser yo médico, pude pasar a visitarla tarde (en la Argentina, las visitas son hasta las 7:00 PM), una vez que hube terminado con mi consultorio, con el solo fin de acompañarla.

Me senté a su lado y me tomo la mano suavemente, por lo que yo me incorpore, y le di un pico en la boca, que se siguió de otro, y otro más, hasta que concluyo en una beso largo y profundo, con nuestras lenguas trenzadas, en un remolino, su saliva, la mía.

En ese momento, pensé en lo que estaba haciendo;  ella estaba recién operada, ya sin los efectos de la anestesia, y por suerte sin dolor, y me detuve. No me dejo; con un mano me tomo de la corbata, y arrimo su boca a la mía, mientras con la otra, me agarraba el pedazo, que estaba “así de grande”, y me lo apretaba.

Pero mi boca, no fue a la suya. En el camino, se desvió, y fue directamente a sus tetas, que surgían libres debajo del camisolín, la boca en una, una mano en la otra, mientras que la mano libre, busco el tajo, que aguardaba tibio que alguien se hiciera cargo de él.
En ese momento me detuve. Ella jadeando me pregunto qué pasaba, y yo sin decir nada, fui hasta la puerta de la habitación y la cerré con tranca.

De nuevo al lado de la cama, retomamos donde habíamos dejado, o casi, porque me saco la corbata,  desabotono mi camisa lentamente, y me empezó a franelear los pezones y a mordérmelos suavemente (ante estas situaciones, me pierdo), yo ya no sabía qué hacer con mis manos, cuando empecé a sentir que la bombacha se humedecía lentamente. Pase debajo de ella y mientras con un dedo, giraba sobre su clítoris, con  otros dos, entraba lentamente en su tajo.
Al estar toda vendada, sabía que las posibilidades de sexo, ese día, estaban vedadas, pero de ahí no me iría, sin algo como consuelo, por lo que tomaron más vigor mis movimientos, cuando un leve quejido empezó a fluir de su garganta, con cuidado para que no nos oyeran las enfermeras. Al instante, pude comprobar que las intenciones de ella, eran las mías porque se incorporó de la cama, con mi pija en su mano como manija, y la llevo a su boca, donde la suavidad, le duro poco tiempo, ya que en segundos, la entraba y sacaba de su boca, rápidamente, su lengua la envolvía, su saliva la lubricaba, y fui yo, el que comenzó a rebuznar calladamente. Me subí a la cama lentamente, y sin sacarla de su boca, le separe suavemente las piernas, e introduje mi cabeza entre ellas para llegar con mi lengua a su clítoris, mientras con los dedos de una mano, jugaba dentro de su tajo. Al instante, los dos estábamos que no nos conteníamos, y nuestros movimientos fueron más y más rápidos, más y más fuertes, más y más dulces.

Yo acabe en su boca,  en una explosión de tiempo incalculable, en el mismo instante que ella, acababa en la mía. Sus mejillas estaban rojas; de calor, no de vergüenza.

Quede un rato jugando con sus tetas, ella con la mía, mientras nos enfriábamos lentamente.
Quedamos que en cuanto se recuperara, nos encontraríamos a solas, para terminar lo que ese día habíamos empezado, aunque ese día, “si que habíamos terminado”.

La web de tetas de la que os hablé el otro día

Hola de nuevo, mis lectores. Hoy os vengo a contar algo distinto a lo que os suelo habituar. No os voy a traer ninguna historia, si no que os voy a hablar de una web de contenido erótico que me encontré el otro día navegando por la red. Os hablo de una web dedicada exclusivamente a las tetas que realmente me llamó la atención, y decidí archivarla en favoritos.

Yo no sé vosotros, pero mis bragas se humedecen cada vez que entro una web y veo alguno de sus vídeos o sus imágenes. Aunque también he de decir, que no sólo es una web para masturbarse, sino que además comparten contenido de mucha calidad. De hecho, he hablado con ellos y me han prometido que van a publicar uno de mis relatos en su web, que dentro de poco tendría noticias suyas.

Si queréis encontrar una web porno de calidad, tanto en sus vídeos como en sus imágenes, os la recomiendo al cien por cien. También tienen un twitter @tetashd, donde suben fotos bastante a menudo, y que queréis que os diga, con lo fogosa que soy, no me puedo resistir a ver sus fotos, y destrozarme el clítoris con ellas.

Si os ha gustado esta entrada, publicaremos más sitios parecidos donde os podréis hacer una buena paja o un buen dedo, con toda seguridad.

Un besito a todos! Chaoo

Mia y el canje de fantasía

Esa noche nos quedamos hablando en el coche, antes de que entrara a su departamento. De vez en cuando solíamos hablar un poco de nuestra intimidad antes de despedirnos, haciendo recuento de vivencias, deteniéndonos a repasar detalles, consultándonos y describiéndonos sensaciones de los momentos de mayor intensidad; en general, compartíamos impresiones de nuestros últimos o más memorables encuentros. Ya era común que al ahondar en algún tema la compostura no diera para mucho y acabáramos por olvidar la dificultad de maniobrar dentro del estrecho pero cómplice espacio entre los asientos y el techo del auto o esquivando despistadamente el incómodo acecho de los mirones que nunca faltaban. Cómplices al fin nos entregábamos al placer.
      Esta vez sucedió algo diferente, un pequeño paréntesis. Sin proponérnoslo empezamos a canjearnos fantasías. El juego empezó con mi fantasía de hacerlo en tal o cual lugar, después ambos empezamos a sugerir posiciones que no habíamos intentado y que cada uno tenía en mente por morbo o curiosidad qué sé yo, luego en el doble diálogo del hablar y pensar me cuestionaba a mí mismo ¿padecíamos falta de confianza? ¿falta de sinceridad? Nunca habíamos hablado de esa manera. En aquel entonces alcancé a darme cuenta de que nos faltaba mucho por descubrir, que nos limitaba lo que conocíamos, pero en el fondo también sabía que éramos jóvenes, que teníamos mucho que recorrer, percibía que podíamos darnos a la aventura de experimentar cosas diferentes, emocionantes, excitantes, nuevas.
      Así la plática nos fuimos acercando a otras regiones que no habíamos explorado, llegando a coincidir en el deseo por una penetración anal con alguno de los juguetes que teníamos pensado comprar “en un futuro” según nosotros. Nunca habíamos hablado tan francamente de nuestros deseos y nos sentimos tan libres y excitados a la vez, que no pude evitarlo, me encendí. El hablar con ella de mis deseos y fascinaciones, fetiches y demás, me hacía sentir algo nuevo, se abrían las posibilidades para ambos como pareja sexual. Ninguno de los dos nos habíamos atrevido siquiera a mencionar lo que irónicamente siempre habíamos deseado. Al punto llegó el grado de sinceridad que en mi excitación empecé a absorber la conversación y le confesé que una de mis fantasías era ser seducido por una prostituta. Ella sabía que yo lo había hecho antes con prostitutas y sabía también, por lo que yo le había contado, que era algo frío, muchas veces actuado, pero en mi fantasía las cosas eran muy diferentes. Quise transmitirle tal cual mi fantasía, me esmeré en detalles describiendo a la mujer, una rubia delgada de medias negras y minifalda de piel, una blusa escotada que delicadamente insinuaba más que enseñar y un cigarro a 
medio consumir fueron otros datos que le proporcioné. Poco después me expresé clara y sinceramente acerca de lo que me excitaría más: No la voluptuosidad o las formas de su cuerpo sino su sensualidad atrevida, la forma en que se dirigiría hacia mí, su aterciopelado tono de voz, sus tacones altos, sus labios rojo carmín, un liguero, una tanga de color azul. Sin darme cuenta estaba siendo además de franco egoísta pues hablaba del placer fantástico que en mi imaginación encontraría, y dejé de hablar de un nosotros, acabé hablando de mí.
      Para cuando reaccioné en su rostro se había dibujado –exactamente no supe en que momento- una máscara de 
seriedad sepulcral, me quedé helado. Se despidió con un beso apresurado acompañado de un te veo mañana a la misma hora lo cual interrumpió y puso fin a lo que pensé que podría haber sido el comienzo de una nueva etapa en la relación.
      Me fui bastante confundido, con pensamientos contradictorios, por un lado arrepentido de haber abierto tanto la boca y haber sido tan sincero y directo o mejor dicho tan egoísta, por otro lado pensaba y sentía algo nuevo en mí, se había asomado en mi cabeza una idea que me decía que si ella era mi pareja podía confesarle todo y estábamos el uno para el otro para una cosa u otra, además sentía que en mi sexualidad afloraban nuevas inquietudes de manera natural, dudaba, me confundía ¿era o no era eso una pareja? ¿Había exagerado al confesarle mis deseos? ¿Cómo lo había tomado? ¿Se molestó? ¿No volveríamos a tocar el tema como si nada hubiera pasado hasta que en el acaloramiento de una discusión se detonara? Por un instante había llegado a sentir la confianza que nunca se había abierto entre nosotros, por eso me explayé hasta donde lo hice, no quise decir que en la primera oportunidad buscaría una prostituta para hacerlo, realmente lo confesé como la fantasía del altar platónico, por el placer de confesárselo a ella como se confiesa un secreto que no se puede guardar más y que solo se abre para una persona porque esa persona es especial para uno o mejor dicho porque se confía en ella, sin embargo me quedaba un sentimiento extraño de angustia, casi de culpabilidad: Debí o no llegar hasta donde llegué. Decidí no darle más vueltas al asunto y dejé que corriera el tiempo hasta nuestra próxima cita.
      Llegué puntual como la mayoría de las veces, un poco molesto cuando ya habían pasado quince minutos, pues ella sabía que me molestaba la impuntualidad, hasta imaginé que era una forma de mostrarme su descontento por lo de la noche anterior, alucinaciones mías. Por otra parte también me encontraba nervioso aunque con grandes esfuerzos trataba de ocultarlo. Me recliné en el asiento tratando de relajarme y encendí un cigarro, prendí el radio, cerré los ojos. Casi di un sobresalto cuando escuché su voz y una seriedad que no supe interpretar: Sin subirse al coche me entregó una rosa y un sobre cerrado, me besó la frente y me pidió que lo leyera “antes de seguir” fueron sus palabras. Subió apresurada a su departamento.
      Me intrigaba. ¿Era una despedida? ¿Había sido quizás solo algo que le molestó y no quería que nos viéramos por ese día o acaso para siempre? Abrí el sobre con la expectativa inquieta y el deseo de encontrar algo que me dijera que las cosas no eran tan graves. Era una nota que decía:
      “Amor: No sé qué pasó ayer, creo que me quedé tan confundida como tú, fue tan diferente a lo que habíamos hablado antes. Las cosas tendrán que cambiar, al menos para mí y espero y confío en que estarás de acuerdo por el bien de la relación. Estoy segura de que lo nuestro no volverá a ser igual, pero eso lo hablaremos después. Lo he pensado mucho y he tomado una decisión. No quiero verte hoy, me siento un poco intranquila la verdad, pero se me va a pasar, lo sé. Quiero que te encuentres con alguien esta noche, estará esperando en la dirección que verás al final, a las once en punto de hoy. Todo está arreglado, no hagas preguntas, no tendrás respuestas. Prefiero que lo vivas ahora mismo a que lo hagas después, por favor te lo pido, sé que quieres hacerlo por lo que me dijiste ayer, no pongas ninguna objeción. Te agradezco tu sinceridad, la prefiero siempre y por 
sobre todas las cosas, lo sabes porque hasta en eso coincidimos, piensas igual.
      Si quieres que sigamos juntos diviértete con ella esta noche al máximo, quiero que lo hagas. Si por el contrario no quieres hacerlo olvídate de mí para siempre y lo digo en serio. Mi decisión es definitiva y creo que lo entenderás aunque no sé exactamente cuándo, yo tampoco. Te quiere, sin reservas, Mia.
      Álvaro Obregón 1758 
      Colonia Centro”
      Obviamente me impresionó. Lo releí. Otra vez no sabía cómo actuar al respecto, sabía muy bien que cuando ella decía algo, nada más podía hacerse al respecto si de por medio estaba su “ya lo decidí y es definitivo”. Me preocupaba su actitud, hablaba de un cambio, vislumbré pasos atrás en la relación, sería volver a empezar o no hablar más de sexo y caer en una rutina, o frecuentarnos menos o acabar con lo que pudiera quedar de confianza entre los dos ¿qué pasaría? ¿Acaso me estaba probando para ver si lo hacía? Eso debía ser, una prueba. Releí varias veces el mensaje. No, no estaba jugando, para qué engañarme, no era para probarme, tenía menos de un año de conocerla pero sabía perfectamente que cuando Mia hablaba en serio, no usaba trucos y no los usaría, era algo real.
            No hay nada más cierto, es muy común que el hombre sea educado para ser más liberal y egoísta, por otro lado la mujer juega la mayoría de las veces de manera sumisa su papel de pareja, me hacía sentido su actitud, pero ¿y si la perdía? o mejor dicho ¿si perdía lo poco que llevábamos ganado en la relación? Me repetía una y otra cosa en la encrucijada. Quería a Mia.
      Once en punto. Era una esquina del viejo centro de la ciudad, una casa verde y una luz encendida, no salí del coche esperando que saliera, empecé nuevamente a alucinar, es increíble cómo trabaja la imaginación. Sabía cómo era hacerlo con alguien que espera a cambio dinero y realmente no era lo que pretendía, después de lo que había vivido con Mia, sin embargo en mi fantasía la prostituta era sensible y se entregaba, era sensual sin actuarlo exageradamente, tenía estilo aunque fuera atrevida. Otra vez regresaba a la fantasía, me sorprendía como un policía al acecho de los pensamientos que me cruzaban la cabeza.
      En el reflejo del espejo retrovisor de espaldas una mujer delgada de piernas  envueltas en unas medias negras, una minifalda, la rubia escupiendo humo de cigarro, montada en un par de tacones altos. Respiré hondo nerviosamente, otra vez Mia en mi cabeza, dudé en salir, la nota de Mia, mi fantasía. Salí del coche. Volteó y tiró el cigarro, me hizo un ademán para que la siguiera. Un hola espantosamente bobo se me escapó de las entrañas. No volví a pronunciar otra palabra. La seguí. Caminaba a unos pasos delante de mí contoneándose con sensualidad no lo niego, sin exageraciones. Apresuré el paso para alcanzarla y levantó la mano de largas uñas rojas para hacerme una seña de que la siguiera despacio. Una pequeña bolsa negra, una blusa ajustada que me incitó a imaginar el escote. Solo el ruido de los tacones y mis expectativas renovadas. 
      Llegamos a una puerta y al entrar me topé con unas escaleras, apagó la luz mientras yo la alcanzaba y escuché el leve rechinido de una puerta que se abría. La luz tenue de unas velas en una cama grande de sábanas blancas, luego el clic de una puerta de baño que se cierra. Cerré la puerta del cuarto y en la cama una nota que decía: “Ponte cómodo”. La rubia tardó el tiempo exacto, en la penumbra salió despampanante con un perfume suave, la blusa escotada, su bolso, la falda corta. Quería mirarla bien pero adivinó mi gesto cuando volteé a ver el interruptor en la pared. Distinguí otra vez un gesto y esta vez una negativa tenue, muy tenue de su voz. Casi me susurró un “cierra los ojos”. De ahí en adelante las cosas cambiaron, seguí sus instrucciones al pie de la letra. Una mascada o algo muy parecido me cubrió los ojos, ciñendo mi cabeza apenas para que no pudiera ver. Me relajaba cada vez más. Cuando volví a mis adentros me preguntaba ¿cómo llegué hasta aquí? Recordaba la 
nota de Mia. No podía creerlo.
      Me quitó la ropa con mucho cuidado, muy despacio, empezó a acariciarme el pecho solo con las uñas que imaginé postizas. Después pasó casi flotando por mi entrepierna y antes de llegar directamente a mis testículos me tomó las manos y las pasó por encima de las suyas llevándolas al final de sus medias, donde empezaba el liguero. Quería que me diera cuenta de lo que llevaba puesto, Mia le habría descrito todo a detalle. Nunca pensé que el encuentro con una prostituta pudiera excitarme de esa manera, ninguna se hubiera portado así, su forma tan sensual de tratarme, la mascada para dejar muchas cosas a mi imaginación, ponía mucha atención en mi y eso me ponía a tope, pensaba en Mia y en porqué habría hecho esto.
      Era definitivo, la chica era una profesional. No permitía que hubiera en mí lugar para la distracción. Me jaló 
indicándome que me levantara un poco y me puso de rodillas en la cama, me di cuenta de que se desnudaba. Tomó mis manos y me guió para acariciar sus caderas de espaldas a mí, pude rozar su piel suave y tibia, luego tomó mi verga que ya se había hinchado y se las ingenió para ponerme un condón en esa posición, se acomodó de tal modo que me acercaba sus caderas y yo empecé a encajarme muy lentamente en ellas.
      Reconocí en mi mano derecha la forma de un consolador, me susurró “este me lo pones por atrás”. Estaba lleno de algún lubricante o crema que no supe ni tuve tiempo de distinguir. Con mi mano izquierda unté un poco del lubricante que tenía el consolador en su culo y puse en posición el consolador. Lo empecé a introducir muy lentamente y sentí como gemía como reprimiendo el sonido gutural que le quería escapar, cuando lo llevaba a la mitad gimió muy fuerte, sentí su excitación y la mía. Empecé a moverme y a mover el consolador. Estaba tan excitado que pensé que podía venirme pronto fue cuando de repente a un par de minutos de haber empezado ella se calló de pronto estremeciéndose, ¿habría tenido un orgasmo? ¿tan pronto? ¿se excitaría tanto? Se quitó. No dejó que hiciera nada, jadeando me habló al oído sin dejar que me moviera “¿te gustó?” me dijo y solo asentí con la cabeza, me dijo “falta lo mejor, empínate”. Me paralicé, esto iba muy deprisa, la sentí moverse por encima 
de la cama. Me empiné despacio, me ardía el vientre como un volcán a punto de erupción. Se acostó y sentí su cabello entre mis piernas, estaba acostada boca arriba, debajo de mis testículos, lamiéndolos. Me quitó el condón y de pronto de un solo golpe se metió toda mi verga en su boca, casi exploté, estaba tan excitado. No me di cuenta de cuándo empezó a introducir el consolador en mi culo, era tan poderosa la sensación en mi que empecé a gritar como desesperado lo cual parecía ser un indicador que le decía que acelerara el ritmo de sus mamadas. Grité lo más fuerte que pude y sentí el torrente que casi la atragantó, no le importó y me siguió estimulando buscando la última gota, me tendí extasiado boca abajo sobre la cama.
      Se sentó encima de mis caderas y me acariciaba la espalda, me besaba los hombros, se agachó hasta mi oído y me susurró “¿te gustó?”, apenas me recuperaba del orgasmo y repitió ahora en voz alta “¿te gustó mi amor?”. Sentí un escalofrío cuando reconocí la voz. Se adelantó y me dijo “no te muevas, relájate, estuvo riquísimo ¿no crees?”. Mia, mi mujer, no pude contener el sentimiento, lloré, ella estaba llorando, no sé si de emoción o excitación o ambas.
      Estuvimos tumbados media hora sin decirnos nada, me quité la mascada y se quitó la peluca, era más hermosa aún que la última vez. Éramos mi mujer y yo, la mirada iba más adentro esta vez, en la fantasía viva que nos había abierto la primera puerta de la nueva etapa de nuestra relación. Me dijo “soy tuya sin reservas, te quiero sin reservas. Soy tu fantasía, tus fantasías y tu serás las mías ¿verdad?”.

      No hablamos una palabra más en el camino donde pudimos respirar la tranquilidad más sensual desde que la conocí, hasta que llegamos a su departamento empezamos a repasar los detalles, a intercambiarnos impresiones, a describirnos las sensaciones y a canjearnos fantasías. 

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Relatos Eróticos: El partido de fútbol

Habíamos llegado a Madrid, para presenciar el partido del año, las principales vías estaban atestadas de coches y el autocar, tardo más de una hora en llegar al estadio. 

La salida había sido la noche anterior y la peña de mi novio compuesta por 40 personas, se había encargado de organizar todo el viaje con entradas de fútbol incluidas, las bolsas de comida y los refrescos. 


Me llamo Patricia, tengo 21 años, morena, alta, con buenas tetas y unas piernas hermosas que acaban en un duro culo. 

No me gusta mucho el fútbol, pero el viaje me encanta y sobre todo las aventuras que de vez en cuando ocurren. 

Mi novio Fermín, cuando estaba en el campo, se olvidaba de todo ya que el juego, le apasionaba. 

sexo en campo de fútbol
Julio, el chofer del autocar, se vino con nosotros, tenía 32 años, alto, fuerte y con un pelo largo recogido en una cola. 

La entrada al estadio, fue toda una aventura, ya que estaban las puertas repletas de gente y los empujones eran tremendos. 

 Mi novio se colocó detrás de mí y el chofer a su lado, en el momento que abrieron las puertas, la marea humana se puso en movimiento y yo me sentí desplazada más de un metro, mi novio no pudo retenerme y mientras me separaba sentí como Julio (el chofer), le decía a mi novio que tranquilo. 

Julio se abrió paso a empujones y al momento lo sentí detrás de mí, me paso los brazos por la cintura y me pego a su cuerpo como una lapa. 

 -No te preocupes que ya no te escapas- dijo. 

 Me entro la tranquilidad cuando sentí sus brazos rodeando mi cuerpo y más cuando note la fuerte erección de su cipote pegado a mis nalgas.
 
La cola se paró nuevamente y mientras que Julio me susurraba palabras de tranquilidad junto al oído, su mano derecha se subió de la cintura y se apoyó en uno de mis pechos, lo tocaba con mucha suavidad y la otra mano la metió por la cintura del pantalón y separándome las bragas, la coloco en mi tupido coño. 

No sabía cómo reaccionar y me quede quieta, sin decir palabra. Julio lo tomo como una aceptación por mi parte y apartando los pelitos, me metió un dedo en el chocho, mientras que con el pulgar, me masajeaba el clítoris. 

Fermín que estaba 3 metros delante nuestro, no paraba de sonreír y de hacer saludos con el brazo, yo le correspondía también con los brazos en alto mientras sentía cada vez un mayor sofoco, debido en parte al calor que generaba tantísima gente apretada, como al magreo que me estaba dando Julio. 

La marea humana se puso lentamente en movimiento y nuevamente me paso los dos brazos alrededor de la cintura, para no separarse. 

Notaba su aliento en mi nuca y su verga totalmente erecta en mi culo. Fermín se había separado más y yo notaba como Julio se había arrimado a la pared a fuerza de empujones, teníamos delante de nosotros un pasillo ancho y largo que desembocaba en el campo. 

Al pasar por los servicios, que estaban en mitad del pasillo, Julio abrió una de las puertas y cogiéndome de la mano, pasamos al interior, lógicamente estaban solitarios, fuimos hasta el fondo y poniéndome de frente y sin decir palabra, me beso en la boca, me mordía la labios con rabia y su lengua entraba y salía con rapidez, su cuerpo olía a sudor, me abrió la camisa y me saco los dos pechos del sujetador, las manos no paraban  de tocarlos y de juguetear con mis pezones. 

Por las ventanas situadas al fondo veíamos como la gente se había parado nuevamente y el griterío cada vez aumentaba. 

Julio se había sacado el cipote que se veía enorme y me había puesto mi mano en él, yo prácticamente casi no podía rodearlo con mi mano, mis pezones  estaban duros y sentía como mis bragas estaban muy mojadas, en un momento el paro el sobeo de mis pechos y me bajo los pantalones y las bragas hasta las rodillas. 

Sentí el frescor de los azulejos en el culo cuando me apoyo en la pared y de inmediato me coloco su gran cipote en mi rajita, la embestida fue rápida y profunda, yo sentía como se abría paso en el interior de mi chocho que estaba perfectamente lubricado con los jugos que estaba soltando, el ligero dolor pasó a ser un gran placer cuando entraba y salía a cada golpe de riñones. 

Las cabezas se veían pasar nuevamente, señal que indicaba que se avanzaba en la cola, los gritos y los cantos, no paraban. 

Julio me estaba comiendo los pechos ya que me había subido a la altura de su boca, mientras me tenía empalada en su verga y yo con las piernas cruzadas en su cintura. 

 El griterío subió de tono señal de que los equipos estaban saliendo al campo, y fue justo en ese momento, cuando dando un gran suspiro empecé a correrme con grandes convulsiones. 

Julio me puso de rodillas y me daba con su enorme trasto por toda la cara, mientras que yo le decía que nunca había chupado la polla a nadie porque me daba asco, el mientras tanto se ponía cada vez más nervioso y me obligo a abrir la boca, indicándome que la chupara nada más. 

Tenia un sabor agridulce y yo pensaba que aquella enorme cabeza con sus venitas a punto de reventar, jamás me entraría en la boca, empecé a darle grandes lametones y probé a metérmela un poco entre mis labios. 

Julio a cada lengüetazo se estremecía y a mí me gustaba ver su cara, la verdad es que no sentía ningún asco y me la metí poco a poco en mi boca, mi lengua empezó a trabajarle su cabeza y cuando acorde, la tenía metida hasta mi garganta, los chupetones acabaron cuando aquello empezó a soltar gran cantidad de esperma que a punto estuvo de atragantarme. Julio decía que me la tenía que tragar todo, luego me levanto y sentándome en el lavabo, me abrió de piernas y puso su boca en mis pelitos, me lamía los mismos y con la lengua se abrió paso entre los grandes labios de mi coño, metiendo la misma hasta lo más profundo que pudo, luego me daba pequeños mordiscos en el clítoris, mientras mi pellizcaba mis muslos con ambas manos, Yo sentía cada vez más placer y de pronto me envare sintiendo como nuevamente volvía a correrme dando grandes convulsiones que a punto estuvieron de arrancar el lavabo. 

Nos vestimos rápidamente y salimos cuando la cola de la gente estaba entrando al rectángulo de juego. 

Fermín estaba esperándonos y nos dijo que nos habíamos perdido la salida de los equipos que había sido un gran acontecimiento. 

El partido fue un clamoroso éxito y de vuelta al pueblo ya en el autocar, mi novio me dijo que había sido uno de los días más felices de su vida. 

Yo por mi parte le dije que también había sido muy feliz para mí. 

Nos dimos un cariñoso beso y nos echamos a dormir en los asientos después del ajetreado día.

Relatos Eróticos: El tanga

Fui observando la estancia donde me encontraba ávidamente, notando en el corazón un gusto desconocido del que no hallaba razón, la calma y la soledad del lugar hicieron que me abandonara en brazos de la imaginación. 
Pude, en el centro del salón, ver a una mujer girando sobre si misma, se la veía tostada por el sol toda ella, el camisón de gasa dejaba adivinar un pecho moreno, terso y suave de excitantes líneas, su espalda levemente arqueada terminaba en unas nalgas pétreas remarcadas por un tanga blanco de tul bordado. Pasé un rato disfrutando de aquello que pronto iba a ser parte de mis deseos, como delante del más precioso de los atardeceres que haya visto, viniéndome a la cabeza unos versos chinos que conocí que decían: 
   
 El varón pertenece al Yang 
    La peculiaridad del Yang  radica 
     En su fácil excitabilidad. 
    Pero también se retira con facilidad 
    La hembra pertenece al Yin. 
    La peculiaridad del Yin, radica en su lenta excitación 
    Pero también se sacia con lentitud. 

Dejé transcurrir el tiempo viéndola dar vueltas alrededor de donde yo me encontraba, rozándome una de las veces con sus labios entreabiertos la correspondí besándola con un roce casi inexistente para en la siguiente pasada unirnos los labios, mis manos acariciaron con suavidad la nuca y el nacimiento de su pelo. Repitiendo estas mismas caricias con la lengua , en  orejas, cuello y cara mientras mis manos acariciaban sus pechos acabando en los pezones que para aquellas estaban erectos. 

Me tumbó, y empezó a succionarme los pechos mordisqueando mis pezones, siguió bajando y mordisqueo la suave piel de mí estomago esto debió ser un largo tiempo, hasta que mi mano bajo para tocar su vello púbico acariciándolo durante largo tiempo, posteriormente separando sus labios busque su clítoris rodeándolo con delicada firmeza, se le escapó un sonido entrecortado a la vez que sus manos rodeaban mi erguido pene, tomé yo la iniciativa incorporándome y deposite su cuerpo sobre la alfombra y empecé a besarle suave y tiernamente su vello, los muslos, su vulva hasta su ano a la vez que con mis manos tocaba sus duros pechos. Mi boca entreabierta se embriagaba con el olor de su piel, lentamente ella cerró sus muslos en torno a mi cuello la puse de pie mientras yo me ponía de rodillas para que sus labios y su clítoris me quedaran a la altura de mi lengua con la cual empecé a acariciar y abrir todos sus pliegues, su color rojizo delataba su excitación, proseguí hacia arriba hasta llegar a su clítoris y con un movimiento suave, firme y circular noté que un dulcísimo liquido fluía de los más profundo como lava ardiente. 
Cuando sus caderas se movieron con movimientos ascendentes presione mi cara contra sus genitales sintiendo una nueva fase en ella,  entonces me volvió a tumbar boca arriba y dejo que ella inserte su vagina en mi pene, sus movimientos, presión y sacudidas las observo sin moverme lo mas mínimo para no interrumpir su orgasmo que no tarda en  producirse notándolo en sus sucesivas convulsiones, la dejo sin hacer más hasta que noto que le ceden durante un buen rato. 


Entonces, rendida ella se tumba a mi lado y aprovecho para acariciarla y abrazarla diciéndole cosas cariñosas, su espalda, nuca, y nalgas son besadas y besadas repetidamente por mí hasta que introduzco mi dedo en su vagina ardiente y húmeda acaricio de nuevo su clítoris y sus labios volviendo a su vagina para humedecer mis dedos sintiendo que aprieta sus muslos la pongo  de espalda contra mi para que note mi pene en su máxima erección mientras mis manos siguen acariciando sus genitales ahora con un poco más de viveza mientras ella coge mi pene y se lo introduce en su vagina notando unas pequeñas contracciones en las paredes de esta y como se ciñe a mi órgano transmitiéndole las convulsiones mientras ella a cogido mi mano y la usa para dar pequeños apretones  en sus pechos el ritmo logra que lleguemos a un orgasmo más o menos coincidente abandonándome en sus sacudidas y balanceos que me hacen entrar en un sopor de placer del cual no logro despertarme hasta transcurrido largo tiempo, despertándome en medio del salón sin saber si todo fue producto de mi imaginación o realidad, en una esquina de la esterilla veo una sensual tanga de tul bordado, tras una sombra que arrastra tras de sí un precioso camisón .  

Sexo para mi hombre [Relato Erótico Argentino]

Te dejo en esta siesta, en tu cama, o en la mía, una tierna criatura adolescente, que sabe lo que es el sexo pero nunca lo vivió, que quiere saber de qué se trata pero no se anima...  
La tenemos acá. Para nosotros solos, para nuestro goce, para nuestro deleite...  no pienses que es virgen, piensa que va a ser nuestra creación, piensa que va a ser para nosotros, arcilla nueva entre nuestras manos...  

Relato erótico argentino

Piensa que encontraste una fuente nueva en donde puedas saciar tú sed momentánea...  
Imagíname desvistiéndola lentamente, mirando su cara que es una mezcla de desconcierto con ansiedad... sacándole despacio su corpiño blanco, lleno de sus pechos intactos, llenos de carne suave y sedosa...  imagina mi boca resbalando por ellos a medida que los dejo desnudos...  mira como lentamente su respiración cambia de ritmo a medida que mi boca se desliza hacia sus pezones... es involuntario, sé que es involuntario, pero su cuerpo se arquea hacia mi boca...  será que quiere estar más cerca de ella para que yo pueda moverme con más libertad?? 

Mi boca se encarga de esos pechos perfectos, edad de adolescente pero cuerpo de mujer desarrollada...... súper atractiva, intacta para los dos...  para el placer más grande y la perversión más completa de hacerla nuestra y dejarle marcas imborrables en su sexo
Le quito su pollera y la acaricio por encima de esa bombachita pequeña que hace juego con el corpiño que ya no está... acaricio su vagina limpia de vello, su vagina pura, suave, sedosa...  su monte de venus intacto, tierno, carnoso... te morís viendo como lo tomo con una sola mano y lo encierro en ella pero lo que no sabes es que, al apretarlo, siento un suave líquido que se escapa entre sus labios cerrados...  esta excitada, esta húmeda!!! es una sensación incomparable saber que esa criatura sé está calentando con mis manos, con mi boca, con la idea de todo lo que le espera...  

Le quito lentamente la bombacha, la recuesto sobre la cama y su desnudez comienza a excitarme a mí... pero prefiero que vos te mantengas aun a un costado, quiero prepararla como te mereces, quiero dejártela a punto para vos, para que cuando la toques este en su punto justo, para que al tocarla sea como una cuerda de violín afinada al punto de que ejecutes con ella tu mejor melodía sexual...

Tenerla así, acostada sobre sus espaldas en la cama es maravilloso... 
Ver como cierra sus ojos completamente entregada a mi boca es un placer, su piel es suave, perfumada y al tenerla tan cerca, comienzo a sentir como se están empezando a escapar lentamente pequeños quejidos de gozo de su garganta. 

Mis labios resbalan desde su boca (donde le enseñe a mantener una intensa batalla de lenguas en un beso profundísimo) hasta sus pechos...  que delicia mordisquearlos! Que delicia morderlos y dejar pequeñas marquitas en ellos, que delicia sentir como crecen sus pezones excitados bajo el movimiento de mi lengua.

Me encanta mirarte mientras la gozo y le enseño porque veo como tu pija se agranda, veo tu mirada lasciva, tu mirada lujuriosa que está muerta de ansiedad por meterse en el medio nuestro pero sabes que aún no es el momento, ella aún no está preparada para vos... todavía necesita más de mí, de mi boca, de mis dedos, de mi suavidad de mujer 
Aún necesita ser lamida, bebida y probar lo que es su flujo, el mío, mi excitación... aún falta para tu potencia, para tu virilidad. 

Llego a sus piernas que intentaba por todos los medios mantener entrecerradas pero con la suavidad de mis manos, de mis besos, de mi lengua llenándole de saliva su piel logre entreabrir solo por el deseo. 

Si fuera por mi deseo, la asaltaría sin compasión pero tengo que ser cauta e ir despacio. Tengo que darle goce y enloquecerla, no asustarla. Es su primera vez y tiene que quedarle el recuerdo más placentero de ello, tiene que nacer en el sexo sintiendo a una verdadera hembra iniciándola junto con su hombre, todo tiene que ser suave pero extremadamente pasional. 
La insistencia de mi lengua lamiendo sus muslos consiguen que ella sola abra sus piernas y deje ante mí (y ante vos, que miras desde un costado con tu respiración completamente agitada y ya acariciándote la pija afuera del pantalón) la maravilla de su conchita virgen, inexplorada, brillando por una humedad incontrolable. 

El aroma de su flujo es maravilloso, es dulce, es penetrante pero suave, es casi azucarado. Es transparente a los ojos y viscoso al tacto. 

Es impresionante como da un salto al sentir mi lengua lamerle sus labios vaginales, es impresionante ver como sus espaldas se arquean ante la invasión de mi lengua en su concha...  pero no se queja, solo gime de placer y me mira, mira mi accionar, su curiosidad se equipara con su deseo. Mira porque quiere aprender, mira porque sabe que después va a tener que repetir todas mis caricias en mi cuerpo, mira porque quiere darme a mí después el mismo placer que le doy ahora. 

Pero mi objetivo ahora es ella y solo ella. Me encanta lamerle la conchita, mirarte de reojo, ver cómo estás desesperado por intervenir, ver como contenes tus ganas de meter también allí tu lengua y probarla. 

Su flujo sale sin control ahora que siente mi lengua, no para de salir, es su primer flujo de hembra y lo estoy gozando yo para después dártelo a vos. 

Ya es hora de abrir sus labios vaginales y lo hago suavemente con mis dedos... mira, mira desde donde estás la maravilla de la intimidad de su concha empapada... es una obra de arte que merece ser admirada. Mira cómo se nota su excitación al ver su clítoris hinchado.
Mi lengua no resiste ese panorama y se encarga de darle algo de alivio a ese clítoris lamiéndolo suavemente... Parece tener vida propia, tan chiquito, tan hinchado, tan carnoso, tan dúctil bajo mi lengua movediza... y ella que cada vez deja escapar gemidos más elevados y hasta se anima tímidamente a pedirme más. 

Es una gloria lamerle así la concha, dejar que mi lengua excite su clítoris y se deslice hacia abajo para buscar más flujo, subirlo a su clítoris y seguir allí eternamente.

¿Qué pasaría si uno de mis dedos intentara penetrarla? Veamos... mmm, pasa lo que imaginé... se estremece bajo mi presión y se abre, me da paso, deja que mi dedo la penetre, deja que mi dedo comience a desvirgarla pero esa va a ser tu tarea, esa es tu misión. La mía es dejártela así, abierta, mojada, ansiosa por tener dentro de ella la pija de un verdadero hombre, de MI HOMBRE. Al que le hago este regalo. 

No sabes lo tierna que es por dentro, tanto o más que por fuera. Le ves la cara, ¿ves cómo se transforma de nena a hembrita que goza de una buena cogida?
Sus gemidos ya no se pueden controlar, se anima a pedir movimiento de mis dedos, creo que está tratando de pedir tu pija pero no se anima..... ¿Quieres incitarla a que lo haga??
Ven, acércate... huélela, sentí su aroma... ahora me hago a un lado para que puedas sentir una parte de lo que sentí yo estando tan cerca de ella.

Acaríciala, sáciala, desvírgala lentamente... recórrele su cuerpo con tu pija maravillosa, muéstrale lo que es una verdadera pija henchida de placer, muéstrale lo que es la pija de un hombre caliente, de un hombre excitado. 

Deja que aprenda a reconocer la suavidad de una buena pija recorriendo su cara, sus pechos, sus pezones, sus piernas... mientras vos la recorres, yo mojo mi boca en su sexo una vez más y le alcanzo a su boca sedienta su propia excitación. ¿Ves que está perdiendo la noción de la realidad? ¿Ves que ya no sabe cuál es la razón de tanta excitación, sí tu sexo o el sabor de el de ella misma?

Creo que es un buen momento para que comiences a penetrarla pero acércate a mí, quiero tomar tu pija entre mis manos y guiarla hasta ese rincón inexplorado, quiero ser yo quien te sumerja en esa pileta de flujo virgen. 
 
Te apoyo lentamente la cabeza de tu pija en su agujerito y ahora es toda tuya... sé suave, sé que estas muy excitado pero presiona lentamente, entra en ese cuerpo lentamente, sentí como su conchita es apretada y goza de esa sensación maravillosa... sentí como salta ella al sentirse invadida por tu hermosa e imponente pija, ¿la sentís?

Ahora sí, ahora comenzad a moverte, como solo vos sabes hacerlo, ahora deja que ella te sienta y se libere mientras yo me encargo de seguir enloqueciéndola mientras le beso sin control sus pechos, le mordisqueo sus pezones, la hago delirar mientras vos la haces mujer. 

Llévala al orgasmo y cuando sientas que está llegando, retírate de su interior, quiero que nos acabe a los dos en la cara, quiero que ella alcance su éxtasis total con nuestras bocas moviéndose sobre su concha empapada, que ella acabe sintiendo dos lenguas maravillosas... y quiero que sienta su segundo bautismo cuando tu leche le inunde sus mejillas y mi lengua pueda lamerte y hacerle conocer el sabor del semen más delicioso que probé y pueda llegar a probar ella en su vida. 


Acaba así, hombre mío, acaba así sobre ese rostro que ya no es más virgen y está pareciéndose al de tu hembra en celo que te regalo esto en una cálida siesta de primavera.  

Relatos Eróticos: Día 4 - Como conocí a aquel chico

¿Qué tal estáis? Pasastéis ayer bien el día de los enamorados, me imagino que sí... Hoy os traigo la cuarta parte de mis relatos eróticos y os contaré como conocí a aquel chico, si aquel que ahora mismo sería el padre de mis hijos.

Todo comenzó hace poco más de un mes, en el que yo andaba aburrida buscando un poco de porno en la red para masturbarme, hasta que encontré una web distinta que me llamó la atención, porque a parte de tener vídeos porno, contenía curiosidades y noticias relacionadas con el sexo, y me llamó la atención. La web en cuestión es tetashd, una web especializada en tetas.

Total, que me masturbé viendo uno de sus vídeos, y empecé a gozar. Pero alto, estoy contando demasiado de mis intimidades, y me estoy yendo del tema jajaja.

Vi que tenían un twitter, y decidí seguirla, y nada más al seguirla empezó a hablarme un chico, del que no sabía nada.

Al principio pensaba que era un baboso, pero cuando leí un mensaje y demás, comprendí que no era así del todo. Empezamos a mandarnos mensajes poco a poco, hasta que decidimos darnos nuestros whatsapps para seguir mejor la conversación. Descubrí que era de la misma zona de la cuidad que yo, así que me interesé por él.

Un día decidimos quedar, pero el con sus amigos y yo con sus amigas, para que fuera más fácil. Él es un poco tímido y no se atrevía a pedirme una cita a las primeras de cambio.

Ese día quedamos todos, y me llevé una grata impresión de él, además de ser muy guapo, era inteligente y estaba trabajando en una empresa bastante conocida de Madrid. Total, que al despedirnos, dijimos de quedar otra vez, y esa otra vez fue la que os conté en el primer relato erótico.

Espero que os haya gustado esta parte, volveremos con más dentro de poco. Un beso a todos, os quiero! :)


Relatos Eróticos: La ciruela

Estás en el centro de una cama redonda, tu cuerpo blanco resalta entre el encaje negro de tu ropa interior. Pongo en tus ojos un pedazo de tela negra para que no veas y sólo sientas, tomo una ciruela entre mis dedos y la voy pasando lentamente en tu rostro, me detengo en tus labios y tú jugueteas con tu lengua sin morderla, empiezas a sudar y la ciruela se desliza hacia abajo, recorre tu barbilla. Al llegar a tus senos, la detengo y la empiezo a pasar entre el encaje y tu piel.

Yo te hablo y te digo lo maravillosa que te ves resplandeciendo en medio de la penumbra, meto la ciruela a mi boca y el sudor que hay en ella me hace sentir como si te estuviera mordiendo la piel, sin tocarte la saco de mi boca y empiezo a deslizarla aún más húmeda, hago círculos con ella sobre tus maravillosos senos, me quedo ahí un buen rato solazándome de placer inenarrable. Mientras pienso que el amor es la sangre que me sube a la cabeza.

La ciruela se mueve con vida propia, tus manos arrugan la sabana y no quieres hablar, suspiras y te vas dejando a la sensación de abandono que te arquea el cuerpo sin que tú lo quieras, va rodando entre tus senos y se desliza hacia abajo, resbala poco a poco y se queda haciendo piruetas alrededor de tu ombligo. Ya no rueda, se detiene antes de continuar a la etapa final.

Mis dedos nunca te tocan, sería casi un sacrilegio tocar a mi diosa personal, la ciruela por si sola se empieza a hacer espacio entre tu piel y el satín, hace remolinos con tu sexo, la empapas, la extasías, la purificas; y pugna por entrar a mi boca nuevamente, tengo la sensación de esta vez estarte devorando.

Tomo la ciruela y la exprimo, un poco en tu boca, algo más en tus senos, el resto en tu centro exacto, ahora existe algo entre tu piel y mis dedos, te huelo sé que el fin se acerca. Esta vez devorare la ciruela encima de ti.

Se hace de noche y se prende la luna.

Relatos Eróticos: Vital

Siempre he estado convencida de que la suerte me favorece. Cada vez que las cosas se han puesto difíciles y antes de llegar a una situación límite han surgido circunstancias que han aliviado la situación y me han permitido recuperarme. Puede que sea una forma excesivamente positivista de ver las cosas o, simplemente, que soy conformista, lo cierto es que, en momentos de dificultades, tengo plena confianza en que los problemas, antes o después, perderán virulencia, lo cual refuerza mi confianza y me permite adoptar una actitud expectante y serena ante las contingencias desfavorables. 

Tengo cuarenta y un años, trabajo como relaciones públicas en una empresa comercial y distribuidora de equipamientos, estoy  separada, no tengo hijos y vivo, hace ya tiempo, sola, en un céntrico apartamento de Madrid que he adaptado a mi gusto.

Mi trabajo consiste teóricamente en coordinar las actividades que los directivos de la empresa mantienen con los grandes clientes, proveedores, delegados y agentes de la organización. En realidad dedico la mayor parte de mi tiempo a preparar la actividad pública del consejero delegado de la empresa: viajes, entrevistas con prensa,  reuniones con  clientes preferenciales y mil actos más a los que asiste,  para mantener las relaciones que después facilitan la generación de negocio. 

Una vez al año, tengo que organizar la junta de accionistas y cada trimestre las reuniones del consejo de administración, aunque estos eventos están muy regulados y no precisan más atención que seguir la pauta establecida. 

Es en las reuniones con grandes clientes dónde hay que estar especialmente atentos ya que, una omisión insignificante o una palabra fuera de lugar, puede producir una incomodidad de efectos imprevisibles en las ventas de la empresa. En este aspecto las variables que se pueden producir son infinitas. Generalmente los interlocutores de las empresas no son los presidentes o directores generales sino los jefes de compras, administradores financieros o similares, es decir, directivos que tienen un puesto de gran responsabilidad en la empresa, con capacidad de decisión o, al menos, de influir decisivamente en los contratos, pero que no son los últimos responsables de las mismas y por tanto el trato personal que se les dispense en los actos que se organizan inciden en gran manera en sus decisiones finales. Hay una infinita variación en sus personalidades aunque todos suelen coincidir en algo: su gran exigencia. Por ello cada vez que hay que organizar un evento, al que eufemísticamente denominamos ‘’convención’’ cuando en realidad es una francachela más o menos disimulada, tengo que dedicarme full time a programar y planificar hasta el último detalle. Pese a eso, siempre hay que estar a la expectativa para resolver cada minuto las cuestiones imprevisibles que, con absoluta certeza, surgen. 

Mi vida personal transcurre con cierta comodidad y sosiego. No me siento obligada a nada ni a nadie y hace tiempo que decidí no crearme más obligaciones ni ponerme más límites que los que mi propio interés me aconseje. Esta convicción interna, que siempre ha sido una de mis ideas frente a los convencionalismos, se ha visto confirmada desde mi separación hace ahora seis años. Cuando digo separación no deja de ser un término inapropiado porque cuando mi marido se fue a vivir con otra mujer, decidimos mutuamente no separarnos ni divorciarnos legalmente. Ambos tenemos fobia a los procesos legales y realmente lo esencial es que él se quedó entontecido por su nueva compañera. Yo siempre he sido muy práctica y ante lo inevitable de la situación no me pareció oportuno hacer escenas ni poner dificultades. Simplemente llegamos a  una razonable separación de bienes y cada uno vivimos nuestra vida. Cuando necesitamos algo del otro nos ponemos en contacto y mantenemos una relación distante pero cordial. Alguna vez él ha intentado comentarme alguna dificultad con su nueva pareja, pero le he cortado tajantemente porque el que yo entienda que el mundo no se acaba cuando una relación se agota no quiere decir que me convierta en confidente ni consejera de mi propio ex, aunque como ya he dicho, no es ni ex. En todo caso, es un hombre muy inteligente, culto, intelectual y competente y por tanto un total ignorante de los recursos de una chica joven, entonces ella tenía veinticuatro años, la mitad que él,  que se quedó entusiasmado por el efecto que produjo en una niña con carita de muñeca, cuerpo de vedette y cerebro de mosquito. Lo cierto es que yo, que había admirado su inteligencia y capacidad intelectual, quedé con serias dudas sobre las lagunas cerebrales que hasta los hombres más capaces llegan a cubrir con excrecencias hormonales. 

Por otra parte, yo nunca he querido entrar en competencia física con otras mujeres. Soy moderadamente atractiva, me mantengo en forma por medio de un ejercicio bien programado y mi figura es proporcionada, con el pecho breve, lo que a mi edad es una ventaja, y las caderas amplias. Hago referencia al pecho, porque ha sido durante bastante tiempo algo que  me tenía acomplejada. Es ahora cuando valoro  que mantengo los senos firmes, al ver que  las mujeres con pecho voluminoso lo tienen totalmente caído. Lo que no ha impedido que durante muchos años sintiera profunda  envidia de las amigas y compañeras dotadas de unas soberbias tetas, como la actual compañera de mi marido que tiene un espléndido par que supongo algo habrá tenido que ver en la pérdida de sentido común que él ha demostrado. 

De todos modos, hago la alusión como puro referente porque son dos aspectos que tengo totalmente superados. 

Nunca he dado especial trascendencia a la actividad sexual. Para mí no ha sido nunca algo prioritario ni un tabú inabordable. Tuve tres novios anteriores a mi marido con los que, con más o menos frecuencia, mantuve relaciones íntimas. Los tres eran bastante diferentes entre sí, desde el primero, cuando ambos éramos muy jóvenes, que tenía una tremenda obsesión por el sexo y resultaba un tanto agobiante,  hasta el último, que era todo lo contrario, parecía como si lo tuviera que hacer por puro compromiso. Mi marido, en ese sentido, coincidía bastante conmigo ya que, sin dejar de verlo gratificante y satisfactorio, no lo consideraba como el elemento vital más importante. Aunque supongo que la niña de marras habrá sabido despertar en él algo a lo que yo no presté atención. En todo caso, nunca he tenido mayores problemas para adaptarme al ritmo de mis parejas. Lo que si he ido percibiendo con los años es que las relaciones con amigos de gran  confianza y con los que no media ningún tipo de compromiso personal me producen más satisfacción  que cuando existe una vinculación emotiva. Yo no soy dada a los amores eternos ni profundas pasiones y puedo disfrutar gratamente con una persona con la que tenga la suficiente sintonía como para contemplar el sexo como algo que se comparte, y no que se exige o se impone o se poseé. 

Desde que me separé he hecho amistad con varias personas, tratando de cubrir el vacío que la ruptura me produjo, aunque nunca he renunciado a disfrutar la soledad como una sensación íntima y personal. Entre los distintos amigos con los que aún me reúno en ocasiones, he intimado con dos o tres, siempre de una forma descomprometida, no programada y esporádica. Como ya he dicho antes, es algo a lo que no doy trascendencia y si la ocasión es propicia y apetece a ambos, se vive la oportunidad sin más elucubraciones mentales. 

Cosa diferente es cuando alguien  trata de imponer, presionar o simplemente disimular el interés en ese terreno. Cuando me separé, los compañeros de mi trabajo, con los que había tenido siempre una relación atenta aunque superficial, me manifestaron su hasta entonces desconocido afecto y me ofrecieron su ayuda para salir del mal trago lo mejor posible. Yo me sentí agradablemente sorprendida por una reacción que realmente no esperaba,  hasta que me fui dando cuenta de que todo su interés en darme apoyo y consuelo se orientaba más o menos disimuladamente en hacerlo en mi cama. 
Ni que decir tiene que, con mi mejor mano izquierda, decliné sus ofrecimientos presentando una actitud compungida que estaba muy distante de sentir, pero que fue suficiente para quitarme de encima a aquella caterva de oportunistas. 

Peor lo pasé más tarde. En aquella época el consejero delegado de la empresa, que hasta entonces había mantenido conmigo una actitud totalmente profesional, comenzó a manifestar de forma muy desvaída una cierta actitud insinuante en el terreno personal. Era un individuo engreído y prepotente. Muy poseído de su buena estampa, creía que todas las mujeres que trabajaban en la empresa tenían que estar desquiciadas por  él, gracias a sus encantos. De hecho, ya había tenido varias escaramuzas con chicas que trabajaban en la casa, muy jóvenes por lo general. 

Por alguna razón, el hecho de mi separación,  hizo que fijase su atención en mí. Aunque de forma disimulada, cambió de actitud y, en lugar de las meras conversaciones profesionales sobre la actividad, fue introduciendo términos y comentarios que, nadie que no estuviera advertido, habría podido considerar intencionados aunque para mí el cambio en el tono resultaba evidente.

Decidí darme por no enterada y mantener mi actitud habitual. Sin duda no le satisfizo mi postura porque percibí que su trato se volvió paulatinamente  tenso y crítico. Las insinuaciones seguían siendo veladas y ambiguas y mantenía una actitud intermedia entre la invitación no expresada y la difusa agresividad dejando claro que no estaba conforme con mi falta de interés por su persona al tiempo que nunca decía abiertamente cuales eran sus intenciones

Pasé una época agobiada. Notaba que me presionaba indirectamente y que era objeto de un acoso sutil e indemostrable y aunque, como ya he dicho, soy animosa y confío en que todo mejora finalmente, la situación era tan estresante que por momentos dudaba sobre mi propia teoría. 

Él, por su parte, debió tomar el tema como un asunto personal porque se dedicó a buscar excusas para hacerme difícil mi trabajo. Me ocultaba información esencial de los eventos que tenía que organizar hasta el último minuto, con lo cual muchas veces tenía que cambiar programaciones bien estructuradas con el riesgo de que se produjesen fallos. En las reuniones que había concertado me ignoraba sistemáticamente, aunque si surgía cualquier imprevisto que  precisara solución me exigía la respuesta inmediata. Adoptó la costumbre de llamarme a última hora de la tarde, cuando todo el personal de la empresa se había ido ya, para, según decía, estudiar mis propuestas. En definitiva esa tensión continuada fue minando mi seguridad y dudaba sobre cómo debería reaccionar. Con todo ello, yo estaba especialmente tensa con lo cual di pié, al darle un par de contestaciones muy agrias, a que me dijera que me encontraba muy distanciada y crítica  con la dirección. 

Cuando llevaba en esta situación unos tres meses, la tensión nerviosa me hizo cometer  un error que en aquellas circunstancias era muy comprometido. 
En la planificación de reuniones  con clientes se presentaba un presupuesto de gastos que, una vez aprobado, se aplicaba a los conceptos previstos, y que dentro de mi responsabilidad, yo ejecutaba. Como era habitual que hubiese modificaciones de última hora era frecuente que el presupuesto hubiera que suplementarlo para atender esas necesidades. Para ello, había que pedir autorización a la persona de la empresa que tenía dicha competencia, que variaba según la cuantía de la desviación. En aquella ocasión las condiciones previstas se modificaron sustancialmente y el presupuesto se disparó a última hora. Y ahí se produjo mi error. En lugar de pedir el conforme con carácter previo, anticipe el conforme y cursé la petición porque no se podía demorar. Al ser un incremento elevado la autorización tenía que darla el propio consejero delegado. Cuando recibió mi petición el gasto ya estaba comprometido y ejecutado y  él sabía que no podía ser de otra forma, pero en lugar de firmar el conforme como era lógico, se ajustó a la norma y me pidió un informe exhaustivo de los motivos de no haber previsto bien el gasto y de las causas por las que había lo comprometido sin previa autorización. 

Y empezó una nueva etapa aún más siniestra que la anterior. Yo estaba pillada en falta y él lo sabía. Cuándo le pedí que aprobase la ampliación del presupuesto explicándole las razones que lo justificaban se hizo el desentendido al tiempo que me dejó caer que él tenía mucha consideración con las personas que se vinculaban a su equipo y se comprometían con su proyecto, pero que a mí me seguía viendo muy distante. Si me quedaba alguna duda de la coacción que pretendía hacerme, con aquella conversación se despejó de inmediato. Vi claro que pretendía utilizar aquella ocasión para comprometerme y hacerme la vida imposible en la empresa. 

Mi ansiedad se fue agudizando. Dormía mal. Estaba tensa. Saltaba a la mínima y perdía el control con facilidad. Veía que aquella situación no podía continuar pero no sabía como resolver el problema. 

Un fin de semana me encerré a reflexionar sobre ello y estudiar una solución definitiva. 
Las alternativas estaban claras: Entrar en una guerra declarada contra el jefe, acusándole de acoso laboral, el tema sexual no podía esgrimirlo ya que en ningún caso él había hecho la más mínima alusión directa a ello. La siguiente era solicitar el despido de la empresa. Era una solución que en ningún caso me interesaba. En aquel momento tenía treinta y seis años, y aunque mi experiencia en el campo de las relaciones públicas era amplio, mi título académico, filosofía,   no me garantizaba volver a encontrar empleo en las condiciones en las que tenía en la empresa. La tercera, indeseable, era acostarme con mi jefe. 
Conseguí pensar en cada una de ellas con toda serenidad. Hice un ejercicio de abstracción y analicé fríamente  las alternativas como si en lugar de ser yo la afectada se tratara de una tercera persona. 

El sábado por la mañana tomé la decisión. Me acostaría con él. Me convencí a mi misma que las circunstancias eran absolutamente repulsivas pero el hecho en sí no era nada que yo considerase trascendente. Si la solución venía por ese lado, lo que tenía que hacer era estudiar un plan inteligente y obtener ventajas a cambio. A partir de ese momento me sentí completamente tranquila y relajada. Dormí como un leño todo lo que quedaba de fin de semana y recuperé mi sosiego. El lunes me presenté al trabajo con el firme propósito de jugar unas cartas que jamás había supuesto que tendría que utilizar. 
Como premisa decidí que bajo ningún concepto llegaría al desenlace sin que previamente me hubiese entregado el documento comprometedor firmado con su conformidad. Y desde luego estaba dispuesta a simular todo lo que hiciese falta para conseguir mis propósitos. 

Enseguida tuve oportunidad de comenzar a representar mi papel. Me llamó para encargarme la organización de una visita a Barcelona  y tuve cuidado en presentar una expresión diferente de la que venía teniendo hasta entonces, que realmente ya era extremadamente seca y agresiva. Fui comedidamente amable, no pretendía exagerar para no revelar mis intenciones, pero conseguí que la conversación discurriera en un tono normal. Él, por su parte no hizo tampoco ninguna alusión. 

En los días siguientes fui cambiando poco a poco mi actitud. No entablé ninguna discusión y con mucho tacto fui aumentando mi amabilidad, sin excesos por supuesto. En algún momento oportuno esbocé algunas leves sonrisas que produjeron un efecto positivo. La tensión se redujo, aunque por supuesto el documento crítico seguía estando en su poder. 
Previendo que tendría que despachar con él varios asuntos que estaban próximos, modifiqué ligeramente mi vestuario, sustituyendo los sweteres de cuello cerrado por camisas que en un momento dado podría dejar ligeramente abiertas. Cuando al presentarle un planning me inclinaba con el ángulo adecuado sobre su mesa señalándole los cronogramas percibía que su mirada   se desviaba a mi escote adivinando, más que viendo, la curva de mis senos

Cuando, siempre en el mismo tono impreciso y ambiguo, me volvió a hacer una insinuación sobre la vinculación del equipo a un estilo de dirección, yo, en lugar de pegar el respingo de costumbre, contesté, con su misma ambigüedad,  que siempre había estado dispuesta a prestar la máxima colaboración personal con la empresa. 

El tono fue cambiando y si bien la amenaza y la coacción seguían estando presentes, la situación había cambiado claramente. Ninguno de los dos teníamos prisa por resolver el tema del contrato. Él porque sabía que tenía una carta a su favor y yo porque intuía que mientras estuviéramos en aquella tesitura no la utilizaría en contra mía. 

En los días siguientes advertí que era más listo de lo que pensaba. No hizo ningún gesto de precipitación. Se limitaba a observarme y a analizar el cambio que percibía en mi. No volvió a hacer ninguna alusión y yo seguí presentando mi mejor expresión, al tiempo que, cuando tenía ocasión, exhibía discretamente mi figura. Concretamente en una ocasión en que nos quedamos solos a última hora, como era frecuente porque él seguía llamándome  al final de la tarde para despachar asuntos del día siguiente, me puse a buscar en una estantería de su despacho unos documentos que no teníamos controlados. Tenía puesta una falda larga de seda,  cruzada y cortada al bies, que cuando me inclinaba me marcaba claramente el trasero. Mis nalgas, un pelín voluminosas,  han sido siempre muy atractivas para los hombres con los que me he relacionado, siendo objeto de atenciones íntimas de las que no es momento de hablar ahora  . Aun mantengo los glúteos firmes y altos a base de ejercicio, y entonces la curva que él contemplaba, al adoptar yo de espaldas a él en un medio perfil, era estudiadamente  excitante. Según seguía haciendo la búsqueda de los documentos, ficticia por otra parte porque ya los había localizado, observaba sus reacciones a través de su reflejo en el cristal de la vitrina lateral sin que él advirtiera que le espiaba, ya que seguía hojeando carpetas . Efectivamente no perdía un detalle de mi trasero y por un momento pensé que se levantaría y se acercaría a mí. 

No lo hizo. Como ya he dicho era un tipo listo y no quiso cometer una torpeza que le pudiera hacer perder la ventaja que tenía sobre mí. 

Terminamos de ver los documentos y me fui sin más incidencias. 
A los pocos días me di cuenta del plan que él  tenía pensado y que era diferente del que yo había previsto. Yo creía que él lo que pretendía era quedar en un hotel una tarde o como mucho una noche  y simplemente acostarse conmigo.

Sin embargo me anunció que tenía que preparar una visita a París, de una semana de duración  para visitar una exposición de uno de los sectores de equipamiento que nosotros trabajábamos.

Normalmente estas visitas se realizaban en uno o, como mucho, dos días y las solían hacer los directores responsables de las líneas de productos. Sin embargo, me dijo que en aquella ocasión, ante la importancia de la feria, cosa absolutamente falsa, iría él en persona y sólo le acompañaría yo. Cuando vi el programa de la exposición vi claramente cual era su intención; pasar en París una semana conmigo, y concretamente en la cama. Me sentí burlada en el juego de estrategia que yo quería llevar aunque, con una sonrisa nada inocente y una mirada cómplice le contesté con toda intención que estaría encantada de colaborar con la dirección en lo que fuera necesario. Debió sentirse halagado aunque muy ladinamente  me comentó que había estado revisando asuntos atrasados que aprovecharía para resolver en esa semana y precisamente llevaría el documento de marras para firmarlo allí mismo. Hablando en plata: tendría que ganarme en la cama la continuidad en la empresa. 
Yo ya había tomado la decisión de solucionar el problema de aquella forma así que simplemente  la diferencia se planteaba en un enfoque cuantitativo no cualitativo. No era apetecible pero a esas alturas no era cuestión de hacer remilgos. 

La feria se celebraría en un par de semanas,  precisamente después del siguiente consejo de administración. Hice las reservas. Por si alguien cotilleaba en el departamento de contabilidad reservé dos habitaciones, aunque ya sabía yo de sobra que una de ellas no se utilizaría y me dispuse a esperar acontecimientos. 

Realmente no conocía nada del comportamiento íntimo del individuo, y tenía cierto recelo de que pudiera tener hábitos desviados. Aunque  disimuladas, desde la tarde en que me vio en aquella postura,  intuía sus frecuentes  miradas a mi trasero y temí que pretendiera llegar a mi por esa parte.   Como no era cuestión de hacer una encuesta, durante unos cuantos días fui a comer a la cafetería en la que solía coincidir la gente más joven de la empresa. Me sentaba en una mesa aparte, simulando que leía informes de trabajo mientras comía,  y estaba atenta a las conversaciones de las chicas esperando que las que habían tenido relaciones con él hicieran alguna alusión que pudiera despejar mis dudas.  No percibí que fuera su tema de conversación, hasta el tercer o cuarto día en que estuvieron aleccionando a una chica nueva, que por alguna razón tenía interés en saber lo mismo que yo. Según contaban en voz baja, pero perfectamente audible para mí, su actividad sexual era frenética, aunque no dijeron nada de prácticas  extrañas. Incluso la chica les hizo un par de preguntas un tanto escabrosas y las otras tres, negaron que con ellas hubiera intentado nada por el estilo y confirmaron que era muy convencional en sus prácticas. Me quedé tranquila en ese aspecto y fui preparando mi plan para exigir el documento comprometedor a las primeras de cambio. 

Cuando faltaban ocho días para el viaje proyectado se celebró el consejo previsto. Y cual no sería mi sorpresa cuando el secretario me pasó el acta de la sesión e iba acompañada de una nota para remitir todas las delegaciones y a la prensa en la que se comunicaba el cese del consejero delegado a petición propia, un decir, agradeciéndole los servicios prestados. 
Yo pensé que había estado tan absorbida por mi situación personal que no me había percatado de ningún indicio de que él estuviera en la cuerda floja. Cuando comenté el acontecimiento con el resto de directivos de área comprobé que la sorpresa había sido general. Pasó algún tiempo hasta que me enteré de que había estado negociando secretamente con un competidor a espaldas de la propia empresa.

Sentí una sensación de alivio indefinible.  Me vino a la mente mi teoría que todo lo que empeora tiende a mejorar, aunque a decir verdad, en aquella ocasión desconfiaba de mis propias ideas y no esperaba que, como sucedió, me salvase la campana. 

Me di el gustazo de anular el viaje y esperaba tener la ocasión de soltarle un par de indirectas cuando hiciese la reunión de despedida. No la hizo. Su soberbia no soportó el que le cesaran sin previo aviso. Al parecer él se enteró en el propio consejo al que había acudido con un montón de propuestas a medio y largo plazo. La lectura de la escueta nota del presidente le dejó sin habla. Y nada más terminar la sesión, que fue muy breve, salió disparado y ni siquiera entró en su despacho a recoger sus efectos personales. 
En el propio consejo se nombró al sustituto, que es el que continúa en la actualidad. Es  un auténtico profesional centrado en su responsabilidad y que mantiene una actitud seria y equilibrada con todo el equipo. 
En la primera ocasión en que me entrevisté con él para preparar los comunicados de prensa, le hice mención, sin mucho énfasis para no levantar sospechas, al contrato que su antecesor había dejado pendiente. No le dio importancia, y no volvimos a hablar de ello. Pasaron unos días y yo esperaba que me comentara el tema, porque en los estados contables faltaba una partida pendiente de aprobación. Por fin me dijo que había que incorporar el documento para cerrar el balance, creyendo que lo tenía yo. Le expliqué que el original se lo había entregado al consejero anterior. Le ayude a buscar en el despacho y no apareció por ninguna parte. A los pocos días me llamó y me dijo que ya había aparecido. Según él, sin duda se había traspapelado porque lo había encontrado en la caja fuerte entre documentos confidenciales. Yo me hice la tonta, sabiendo que si estaba allí era porque lo tenía intencionadamente a buen recaudo. El nuevo consejero lo firmó sin más y me lo dio para entregar en contabilidad. 


El suspiro de alivio que me salió del pecho debe estar todavía rebotando en las paredes del despacho.