Relatos Eróticos: El dilema

Leticia esta con la moral por los suelos. Solo hacía una semana que había roto con su novio. Ella le había pillado "in fraganti" en la cama con otra. En su cama, en el piso que estaban preparando para ir a vivir juntos en menos de tres meses. Afortunadamente había descubierto a tiempo el engaño al que Andrés la estaba sometiendo desde Dios sabría cuándo. Pasó como pasa en la mayoría de estas historias: su novio aprovechó que Leticia tenía clase de danza, para quedar con aquella otra mujer, pero por circunstancias que ahora no vienen al caso, la profesora de Leticia ese día no pudo acudir, por lo que no hubo clase y ella se dirigió hacia su futura casa, para ir adelantando algún que otro detalle.

 Cuando Leticia entró, oyó ruidos en la habitación y se dirigió hacia aquel lugar. Abrió la puerta y se encontró con aquella dantesca escena. Ambos desnudos y aquella mujer cabalgando sobre Andrés. En cuanto este vio a Leticia, se quitó de encima a su amiguita y fue detrás de ella dándola todo tipo de excusas:
  • Leticia, que no es lo que piensas.
  • Leticia, que esto no es...
Leticia por supuesto, no aceptó ni creyó ninguna de aquellas tontas excusas y se fue rápidamente de aquella casa.

Un par de días después de aquel suceso, recibió una llamada de Andrés para disculparse de nuevo, pero para ella lo que había sucedido era imperdonable y le dijo que no quería saber nada de él.  Evidentemente había intereses económicos comunes que debían quedar resueltos. Debían repartir todo lo que había dentro de aquel piso y por supuesto, debían ponerlo a la venta, ya que ninguno de los dos, podía hacer frente por separado, a las cuotas de la hipoteca que habían pedido para pagarlo.

Enseguida decidieron poner un anuncio en el periódico para vender el piso, y al día siguiente habían recibido ya varias llamadas, de hecho, quedaron un hombre el sábado siguiente para enseñarle el piso, porque parecía que estaba bastante interesado en su compra.

Llegó el sábado y ellos decidieron ir una hora antes para ultimar algunos asuntos entre ambos. Cuando Leticia llegó a la casa, sacó sus llaves para abrir la puerta. La cerradura no tenía nada más que el resbalón echado, por lo que ella dedujo enseguida, que Andrés ya estaba allí. Abrió y entró y efectivamente, su suposición era cierta. Allí estaba Andrés esperándola. Él estaba sentado en el sillón que habían puesto en el salón. Cuando le vio, algo estremeció su cuerpo. ¡Dios! Seguía enamorada de él. Leticia pensaba que la humillación que había recibido y la semana que llevaba sin verle, le habrían hecho perder el deseo por Andrés, pero no era así, nada mas lejos de ello. Cuando le vio se dio cuenta de que le deseaba. Si no fuese por su orgullo, en ese mismo momento, se habría abalanzado sobre él y le habría hecho el amor como una posesa.

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Para que Andrés no se diese cuenta de su reacción, se dio la vuelta y se dirigió hacia la cocina para tomar un vaso de agua. Mientras lo tomaba, pasaron por su cabeza infinidad de pensamiento, pero el principal era que tenía que enfrentarse al que hace una semana era su novio. Terminó de tomarse el agua y se dirigió al salón. Allí seguía Andrés esperándola. Ella por fin se sintió con fuerzas para enfrentarse a él, pero cuando le miró a la cara volvió a sentir ese deseo irrefrenable de besarle y amarle. Si por casualidad Andrés intentara besarla, realmente no sabría cual iba a ser su propia reacción. Por un lado no quería que esto sucediera, pero por otro, estaba deseando que ocurriera. Realmente aquello era un dilema.

Por fín se sentó a su lado y Andrés comenzó a pedirle perdón por lo sucedido y la explicó que solo había ocurrido aquella vez, que se trataba de una compañera de trabajo a la que había llevada al piso, ante la insistencia de esta, para enseñárselo y que fue ella quien se lanzó sobre él. Reconoció que nunca tenía que haber pasado y volvió a pedirla perdón. 

A Leticia no la salían las palabras y se limitó a emitir una sonrisa burlona, como dando a entender su incredulidad ante lo que Andrés le contaba.

Andrés acercó su boca a la de Leticia intentando besarla, pero ella retiró la cara. De nuevo él volvió a acercarse, pero esta vez ella no le rehusó y la lengua de Andrés invadió la boca de Leticia. Estuvieron así durante un largo minuto y Andrés deslizó su mano sobre los pechos de Leticia acariciándolos suavemente, segundos más tarde los pechos de ella estaban al descubierto y Andrés acariciaba los pezones, que estaban ya muy duros, realmente estaban disfrutando y Leticia emitía gemidos de placer.

Ella no podía creer lo que estaba sucediendo. Había sucumbido y su orgullo había quedado por los suelos. Se notaba mojada, cuando Andrés levantó su falda y sintió que estaba bajando sus bragas para acariciarla su sexo. Ella ya había tirado la toalla. Estaba entregada al placer que estaba sintiendo con Andrés. 

Leticia dirigió su mano hacía la bragueta de Andrés y notó que su pene estaba duro como una piedra, le desabrocho la cremallera del pantalón y agarró el pene, moviéndolo arriba y abajo repetidas ocasiones. Ahora eran los dos los que gemían de placer. Leticia no podía aguantar más, estaba al borde del éxtasis y quería tener a Andrés dentro de ella. Se levantó y se puso encima de él agarrando su pene e introduciéndoselo en su vagina. El placer que estaba sintiendo era increible, parecía como si fuese la primera vez que hubiese hecho el amor con él. Había perdido los papeles, cabalga sobre el como una loca. Por fin llegó el orgasmo y cayó sobre Andrés abrazándolo. Sus pensamientos seguían siendo confusos. Quería sentir odio hacia él, pero no lo conseguía, solo sentía amor.

Por fín fue Andres quien se dirigió a ella diciéndola que tenían que hablar. Ella no sabía que contestar, las palabras no la salían. Le miró a los ojos y cayó encima de él envuelta en sollozos.

-¿Por qué me hicieste aquello, por que?, le preguntaba llorando. El no la respondía, no tenía excusa, no tenía ninguna palabra. Lo único que hacía era abrazarla y acariciarla.
  • Júrame que no volverá a suceder nunca más - dijo Leticia.
  • Te lo juro, dijo Andrés, jamás volveré a caer en un error tan tonto como el que tuve.

Ella sonrió y abrazó aún más fuerte a Andrés.

Sonó el timbre de la puerta y Leticia se dirigió a abrirla. Era el hombre que había llamado para ver el piso, ella lo sabía.

Sin mediar ninguna palabra antes, ella le miró y le dijo:


  • Discúlpeme, pero el piso ya no está en venta.
  • ¿Cómo? ¿ya lo vendieron?, preguntó el hombre.
  • No, dijo Leticia sonriendo, pero es que hoy creo en el amor.

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